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¿Qué tal esta tu cabeza?
-Bien, pero veras... quiero unirme a la orden! -Dije con determinación y cierto aire de satisfacción.
-¿Por qué? -Dijo el anciano con una simpleza inesperada.
-Lo necesito! me siento en deuda con vosotros, me habéis salvado la vida y ahora quiero ayudaros.
-No
-¿No!!? ¿Por qué no?
-Ese no es el motivo, porque motivo viene de motivación, y la deuda no acostumbra a ser una buena motivación. Cuando estés curado te iras de aquí.
-Muy bien, nada de deudas... En realidad quiero luchar por hacer que la vida sea justa y que todas las personas que la vivan sean felices. Quiero que esta locura en la que vivimos se acabe. Quiero experimentar todo mi potencial... pero ante todo quiero acudir a la llamada de mi destino, antes de que zarpen las naves que llevan al frente, antes de que me aflija la vejez y el arrepentimiento de cuando pude hacer algo, y no lo hice.
-Muy bien, si lo que dices es cierto y si tus deseos son puros, nosotros te recibiremos con los brazos abiertos, siempre es poca la ayuda con la que contamos. Pero te diré que tus votos serán estrictos, y tu entrenamiento riguroso, yo que tu me lo pensaría. Una vez que entres no habrá vuelta atrás. El destino de los desertores es la muerte.
-Creo que esta es una de esas cosas que no hay que pensarlas, sino sentirlas. El destino ya me ha llamado muchas veces y he aprendido a reconocer su voz.
-Pues que así sea! Mientras tu cuerpo esté débil ejercitaras la mente. Empezando ahora mismo. El ejercicio más pequeño sin el que no podrás continuar el resto del entrenamiento:
Ponte como más cómodo estés, pero sin tocarte, las piernas y los brazos extendidos y separados. Ahora respira hondo y suéltalo poco a poco. Repite el proceso más despacio y cuando tus pulmones estén llenos, para. Te estas empezando a relajar... Ahora con cada respiración, siente una parte de tu cuerpo. Inhala y siente el pie izquierdo, exhala y siente el pie derecho... Sientes un hormigueo, es el aire que llega a través de la sangre, con cada latido de tu corazón.
Ahora lo mismo con los tobillos... pantorrillas... rodillas... muslos... caderas... manos... antebrazos... Ahora estamos en el abdomen. Siente primero la parte de la espalda y después la parte de la barriga... Lo mismo con el pecho... tus pulmones y corazón se relajan, y aunque se aceleren se están relajando... Tus codos... brazos... hombros... cuello... nuca... mandíbula... pómulos... orejas y oídos... ojos... cejas... frente... coronilla... e interior de la mente... Todo esta relajado...
Casi me había quedado dormido cuando Arkaz me dijo "Vete practicando esta técnica hasta que la personalices y puedas aplicarla en cuestión de segundos, mañana..." Pero el sueño me venció antes de saber lo que pasaría mañana, o quizás él se calló al verme dormido... seguramente ambas.
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En silla de ruedas va a dar una vuelta por la Biblioteca y la explica.
Explica el entrenamiento y como es cada personaje. y como se llevan entre ellos.
La profecía. ¿Cómo introducirla?
-Sea pues, mañana empezarás tus pruebas a primera hora. No te preocupes por el lugar, alguien te pasará a buscar. Ah! y te diré otra cosa más. En la vejez también se puede actuar, y con más sabiduría! Y el arrepentimiento solo sirve para frenar las posibilidades infinitas que se abren al futuro.
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En la inmensidad de pasillos, túneles y galerías, Allen consigue encontrar la sala que estaba buscando desde hace rato, allí donde se encuentra Arkaz (la sala del consejo):
-Pasa y toma asiento. ¿Qué es lo que ronda tu cabeza?
-Veras... quiero unirme a la orden.
-¿Por qué? -Dijo el anciano con una simpleza inesperada.
-Lo necesito, me siento en deuda con vosotros, me habeis salvado la vida y ahora quiero ayudaros.
-No
-¿No? ¿Por qué no?
-Ese no es el motivo, porque motivo viene de motivación, y la deuda no acostumbra a ser una buena motivación.
-Muy bien, nada de deudas... déjame pensar... Quiero luchar por hacer que la vida sea justa y que todas las personas que la vivan sean felices. Quiero que esta locura en la que vivimos se acabe. Quiero experimentar todo mi potencial... pero ante todo quiero acudir a la llamada de mi destino, antes de que zarpen las naves que llevan al frente, antes de que me aflija la vejez y el arrepentimiento de que cuando pude hacer algo, no lo hice.
-Muy bien, si lo que dices es cierto y si tus deseos son puros, nosotros te recibiremos con los brazos abiertos, siempre es mucha la ayuda que necesitamos. Pero te diré que tus votos serán estrictos, y tu entrenamiento riguroso, yo que tu me lo pensaría.
-Creo que esta es una de esas cosas que no hay que pensarlas, sino sentirlas. El destino ya me ha llamado muchas veces y he aprendido a reconocer su voz.
-Sea pues, mañana empezarás tus pruebas a primera hora. No te preocupes por el lugar, alguien te pasará a buscar. Ah! y te diré otra cosa más. En la vejez también se puede actuar, y con más sabiduría! Y el arrepentimiento solo sirve para frenar las posibilidades infinitas que se abren al futuro.